No quiero entrar sí antes y ahora fue peor, pero
el que escribe no fue hasta el pase por la escuela nocturna para obreros de Sant
Ramón Nonato, el Coll-blanch, en la zona colindante entre Barcelona y
L´Hospitalet, donde se pudo enterar que existían un tal Marx y un tal Engels,
nombres que parecieron raros en verdad. El mismo hecho de estar en aquel lugar
ya reflejaba una inquietud, al igual que mis compañeros, trabajaba desde la
madrugada, y pasaba del trabajo a las clases que eran de las 20 a las 22 horas.
Se trataba de conseguir un certificado de “estudios primaros”, pero la verdad es
que había mucho más. Baste decir que el maestro era don Josep Vidal, un
trabajador de La Farga, al que los llamados “nacionales” le habían retirado el
título de maestro, y gracias que solamente le hicieron eso. Alguien le preguntó
que era eso del “comunismo”, y él comenzó a explicar cuatro cosas sobre aquel
tal Marx y aquel tal Engels.
Por entonces, no era para nada fácil encontrar una biografía de ellos y menos
una introducción al marxismo, eso comenzó a ser factible años más tarde gracias
a editoriales como Nova Terra, Fontanella, o Ciencia Nueva. Recuerdo que Juan
Montero contaba que se había comprado una biografía reaccionaria de Marx, la de
Robert Payne, pero que el leyó lo que le interesaba y en el sentido que le
interesaba. Igual me sucedió a mí con otra de un autor germano difícil de
retener, y editada por una editorial (Cid) que se decía pertenecía al Opus Dei.
La estaba leyendo mientras convalecía de una operación en el Hospital del Valle
Hebrón, entonces conocido como Hospital Francisco Franco, y uno de los médicos
que tropezó con el ejemplar comenzó a sermonearme. Aquello era un antigüalla
–decía-, que ya no podía interesar a nadie. Ya había pasado el tiempo en el que
los proletarios no tenían nada que perder, ahora era ya otra cosa, tenían
trabajo, un salario que les permitía prosperar, sanidad y escuela pública, etc.
Además, eso se la lucha de clases creaba odios…
Pero desde luego no me convenció, tampoco lo harían con una nueva generación.
Nosotros encontramos numerosas razones para sentir que el marxismo era algo
fundamental para comprender el mundo, y de ahí que, en muy poco tiempo, aquel
tal Marx y el tal Engels que el bueno del profesor Vidal conocía de sus años
jóvenes, comenzaran a editarse, primero de manera casi prohibida, como sucedió
con la magnífica antología de C. Wright Mills sobre Los marxistas, de ERA, y
luego fueron llegando otras y otras, algunas totalmente asequibles como aquella
pequeña colección de Aguilera que preparaba Manolo Sacristán, y que en las
paradas legales del Sant jordi de las entidades vecinales, se tenían que reponer
una y otra vez…Algo no muy diferente esta sucediendo en los últimos tiempos,
aquel tal Marx y el tal Engels que nos describían como parte de un mundo
perdido, como dinosaurios de otros tiempos, están siendo rescatados.
El tal Karl Marx (Tréveris, Renania, 1818-Londres, 1883), sigue siendo la
figura más influyente e importante de la historia de la humanidad después de
Cristo. Su vida y su obra se encuentran estrechamente ligada a la de Engels, su
alter ego. Aunque destacó sobre todo como teórico y científico social, pero
sería injusto no reconocer su dimensión militante. Fue y sigue siendo el centro
del odio de todas las corrientes de pensamiento reaccionarias y se le ha llegado
a atribuir el germen que más tarde produciría el Gulag, pero no ha habido ataque
que haya resistido la prueba de la historia. Mal utilizado en vida --él mismo
comentó delante de la interpretación de sus ideas efectuada por uno de sus
discípulos: «sí esto es marxismo... yo no soy marxista»-, ha sido deformado
brutalmente tras su muerte.
Junto con Engels redacta El manifiesto comunista, obra cumbre de la agitación
política en la que se encuentra gran parte de los presupuestos que desarrollará
más tarde y sobre la cual, por citar un ejemplo, diría Bertrand Russell: «yo no
conozco ningún otro documento que tenga igual fuerza propagandística, y esta
fuerza proviene de una intensa pasión, vestida intelectualmente con una
exposición inexorable. El Manifiesto Comunista (del que existen numerosas
ediciones recientes, por ejemplo en El Viejo Topo, con prólogo de P. Fernández
Buey) fue lo que dio a Marx su puesto en el movimiento social y este puesto lo
hubiese merecido siempre, aunque no hubiera escrito nunca El Capital». Expulsado
esta vez de Bélgica retorna brevemente antes de entrar de nuevo en Alemania,
donde participa activamente en el movimiento revolucionario como director de La
Nueva Gaceta Renana. Sus ideas sobre la revolución las expresa así: «Aunque los
obreros alemanes no puedan alcanzar el Poder, ni ver realizados sus intereses de
clase sin haber pasado íntegramente por un prolongado desarrollo revolucionario
que coincidirá con el triunfo directo de su propia clase en Francia, lo cual
contribuirá a acelerarlo considerablemente.
Sin embargo, la Historia demuestra por doquier, que lo viejo pugna por
reconstituirse y mantenerse dentro incluso de la nueva forma adquirida» (carta a
Bolte). Utilizando mucho tacto en la forma y una gran constancia en el fondo,
Marx trató, apoyándose en los sectores más progresivos de la AIT, sentar las
bases del movimiento obrero moderno en torno a los sindicatos como organización
autónoma y reivindicativa de la gran masa de asalariados y del partido, como la
fracción más avanzada del movimiento y que se apoya en un programa
revolucionario. En 1871, con ocasión de la instauración de la Comuna de París,
Marx aunque no está enteramente de acuerdo sobre la oportunidad de este «asalto
al cielo» ni con su desarrollo --considera que debía haber ido más lejos,
socializando la Banca, extendiendo la revolución, etc.-, la apoya con todas sus
fuerzas y saca de ella las lecciones fundamentales para diseñar lo que
considerará la piedra angular de su aportación teórica, la dictadura del
proletariado. Algunos de sus seguidores --Mehring, Nin, etc.- han criticado su
actitud ante Bakunin y sobre todo, el desacierto que supuso dejarle a éste la
bandera de la AIT sin haber establecido una alternativa inmediata.
Al finalizar la AIT, Marx volvió plenamente a su labor científica, dedicando
también parte de su atención a la naciente socialdemocracia alemana. Su
entusiasmo con esta nueva organización que respondía básicamente a lo que había
defendido en la AIT, no es obstáculo para que lleve a cabo una crítica impecable
contra el llamado Programa de Gotha, producto de la fusión entre los marxistas y
los seguidores de Lasalle. Antes de morir, tiene ocasión todavía de escribir una
dura requisitoria contra el «grupo de Munich» que defiende posiciones
revisionistas «avant la letre» y en el que se encuentran Bernstein y Hochberg.
Los define diciendo que son personas «en teoría cero, en la práctica, buenos
para nada, que quieren arreglar los dientes al socialismo (que arreglan para su
conveniencia según recetas de la Universidad) y sobre todo al partido
socialdemócrata, ilustrar a los obreros, o como dicen, suministrarles" elementos
de educación "mediante su confusa semiciencia y, sobre todo, hacer respetable al
partido ante los ojos de los burgueses conformistas».
Sobre Marx se han dicho muchas cosas, pero podemos concluir sistemáticamente
diciendo que hizo dos aportaciones básicas, descubrió y desarrolló la concepción
materialista de la historia y también «la ley especial que preside la dinámica
del actual régimen capitalista de producción y de la sociedad burguesa
engendrada por él" (Engels), pero esto nos presenta solamente su cara
científica, y Marx era: «ante todo y sobre todo, un revolucionario". "Así se
explica que Marx fuese el hombre más odiado y más calumniado de su tiempo. Todos
los gobiernos, los absolutistas como los republicanos, le desterraban, y no
había burgués, desde el campo conservador al de la extrema democracia, que no le
cubriese de calumnias, en verdadero torneo de insultos. Pero él pisaba por
encima de todo aquello como sobre una tela de araña, sin hacer caso de ello, y
sólo tomaba la pluma para contestar cuando la extrema necesidad lo exigía. Este
hombre muere venerado, amado, llorado por millones de obreros revolucionarios
como él, sembrados por todo el orbe, desde las minas de Siberia hasta la punta
de California, y bien puedo decir con orgullo que, sí tuvo muchos adversarios,
no conoció seguramente un solo enemigo personal. Su nombre vivirá a lo largo de
los siglos, y con su nombre, su obra».
En cuanto al tal Fredéric Engels, (Barmen,1825-Londres, 1895), se puede decir
que fue el militante y teórico socialista que creó con Marx el "socialismo
científico" o marxismo. Engels no solamente encontró en Marx el mejor amigo que
pudo imaginar, también como autor fue su "alter ego" hasta el punto que resulta
poco menos que imposible disociar la obra de ambos. Después de la muerte de Marx
continuó representando su obra aunque se suele criticar el reduccionismo y los
errores de su última etapa estrechamente vinculada a los inicios de la
socialdemocracia alemana e internacional. Engels nació en el seno de una familia
burguesa, su destino inicial era el de convertirse en un empresario, enviado por
sus padres a Manchester a trabajar en un establecimiento.
En Gran Bretaña observó los fenómenos sociales creados por el manchesterismo
y escribió La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845; Júcar, Madrid,
1980), que además de resultar un vigoroso retrato de la explotación capitalista
desarrolla muchas ideas propias que luego formaron parte del acervo marxista, en
la que analiza con maestría las condiciones sociales del obrero, el nuevo
«agente revolucionario».. Sus primeros años también son muy paralelos a los de
Marx. Actuó siendo muy joven en el movimiento literario democrático radical, La
joven Alemania, afiliándose después al movimiento de los Jóvenes Hegelianos.
Crece y estudia en un ambiente burgués, conservador y pietista. Sin embargo en
el liceo de Elberfeld conecta con las corrientes románticas y liberales. Engels
se expresará en esta época mediante la poesía --al parecer, sin demasiada
fortuna--, escribe versos sobre héroes antiguos en los que intenta simbolizar
sus deseos juveniles de emancipación.
Sus libros, artículos y ensayos sobre los temas más diversos forman
extensísimo catálogo durante estos cincuenta en los que la estrella de los
acontecimientos resulta muy tenue. Con una buena fortuna heredada tras la muerte
de su padre, Engels sostiene la economía casera de Marx metido en sus tareas de
investigador. Establece contacto con el nuevo movimiento obrero alemán y
desarrolla una intensa actividad dentro de la AIT como miembro del Consejo
General. Interviene decisivamente en el debate contra los bakuninistas, contra
los que escribe Los bakuninistas en acción, en la que tiene como trasfondo la
insurrección cantonal española del verano de 1873 y en la que, por falta de
información seria, desmenuza la importancia de los anarquistas. Escribe contra
ellos: «...Los antiautoritarios exigen qué el Estado político autoritario sea
abolido de un plumazo, aún antes de haber sido destruidas las condiciones
sociales que lo hicieron nacer. Exigen que el primer acto de la revolución
social sea la abolición de la autoridad. ¿No han visto nunca una revolución
estos señores? Una revolución es, indudablemente, la cosa más autoritaria que
existe...».
En cuanto a engels, no hay que decir que su obra es también indisociable de
la de Marx, pero podemos ceñirnos a los títulos más específicos relacionados con
él, como sus biografías, la clásica de G. Mayer, Friedrich Engels. Una biografía
(FCE,. México), y la más asequible de J. M. Bermudo Avila, Conocer Engels y su
obra (Ed. Dopesa, Barcelona, 1980).
Lo más curioso de todo esto, es que sí bien el lector no versado, puede
encontrarse con dificultades en un principio, en la medida que avanza, y se hace
al lenguaje, comienza conocer los hechos, llega a un momento en el que se
engancha, algo que mi me ocurrió con el Mehring, pero también con las páginas de
la correspondencia entre ambos señores, los que mejor describieron el génesis,
impulso, desarrollo, apogeo y decadencia del capitalismo. Claro, que otra
cuestión es la de las alternativas, y en esto el capitalismo ha resultado
especialmente perverso, ha sabido corromper a sus propios revolucionaros, pero
sobre esto también habría mucho que hablar.
Doctor Vidal, gracias donde quiera que esté.
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